Tres películas de Blake Edwards para el fin de año

A Blake Edwards le gustaban las fiestas. Es difícil no ver alguna en una película suya, sea mejor o peor, más o menos conocida. Por lo tanto, si hablamos de celebraciones en la pantalla, nadie mejor que el director de Oklahoma, ya que supo reflejar como nadie la superficialidad que se vive en el mundo, sobre todo en lo que tuvo más cerca: Hollywood.

El fin de año ya está aquí, y vamos a tener por todos los rincones los cotillones, las celebraciones y las fiestas propias de esta fecha. La mayoría de la gente saldrá, o se quedará en casa con amigos por causa de la crisis. Pero también habrá personas que no puedan salir, por enfermedad o por otras razones, y quizás les apetezca ponerse un pequeño maratón de películas. Aquí van tres sugerencias que salieron de la mente y la claqueta del director de  La Pantera Rosa (1964).

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Teaser trailer de «Prometheus», de Ridley Scott

El director británico Ridley Scott se hizo mundialmete famoso por dirigir dos grandes películas de ciencia ficción, las dos totalmente diferentes: Alien, el octavo pasajero (1979) y Blade Runner (1982). Después de eso, no volvió a hacercarse al género, hasta ahora. En esos 29 años, ha vuelto a conocer la gloria, pero también se ha estrellado con productos como La teniente O’Neil (1997), o 1492, la conquista del Paraíso (1992), por decir solo dos. Su especialidad ha sido la vuelta al pasado, películas que de un modo u otro ofrecían una revisión de otras épocas, con películas como El Reino de los Cielos (2005) o su película más reciente: Robin Hood (2010), la versión medieval de su Gladiator (2000).

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Ha muerto la mona Chita

Recuerdo que cuando era pequeño pusieron un ciclo de películas de Tarzán en La2, que entonces no se llamaba La2, sino RTVE2. También recuerdo que aquellas películas no me entusiasmaban demasiado, pero sí a mi padre, que me decía: «pero, ¿no vas a ver Tarzán?», mientras ponía el canal emocionado. Pero yo solo veía a un tipo en taparrabos acompañado de un simio que le avisaba cada vez que venían los cazadores blancos o los negros agresivos. Y siempre aparecían. Luego me enteré que el actor que hacía de Tarzán era uno de los atletas más importantes de su generación, y de que aquel simio se convirtió en uno de los animales míticos del cine y la televisión, como Rintintín, Lassie o la mula Francis. Se trata de la mona Chita.

Más tarde me di cuenta de que el cine es todo mentira y fingimiento: ni Chita era una mona (sino un mono), ni aparecía en las obras originales de Edward Rice Burroughs. Por lo tanto, ese famoso Tarzán en blanco y negro no era más que un hijo bastardo del original. Tuvo que venir Christopher Lambert para poner las cosas en su sitio. Manda huevos.

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¿Es peor el cine ahora que antes? Encuesta

Ahora, cuando vamos al cine simplemante a pasar el rato corremos un alto riesgo de que intenten marearnos. La estética videoclipera ha dominado la forma de hacer cine, los planos son muy cortos y la música suena a toda pastilla. Siempre se ha dicho que una buena escena de acción es aquella en la que sabes exactamente dóde están los personajes y qué hace cada uno de ellos, y eso no está pasando últimamente. Cuando echamos la vista atrás, nos damos cuenta de que el estilo de hacer cine ha cambiado por completo, pero, ¿para bien o para mal?

Puede que estemos equivocados y no sea necesariamente peor es cine que se hace ahora. Puede que solo sea un hijo de su tiempo, un reflejo de la sociedad, que ha cambiado de forma radical.

¿Qué opináis?

De los nombres de las películas

   En estas fechas navideñas de polvorones y pestiños, regalos y botellas de anís (como instrumento musical, no entendáis mal), no se me ocurre otra cosa que reflexionar sobre los nombres de las películas en español. Supongo que será la indigestión de anoche, que me hace pensar cosas raras. El caso es que una de las mayores críticas y motivos de burla del cine actual son los nombres que se les pone a las películas en España.

    Todo el que ha contribuido al mundo de la creación, aunque sea algo mínimo, sabrá lo difícil que es ponerle nombre a una obra. En el caso de las películas, gran parte de ese trabajo corresponde a los autores del guión, aunque a veces el director tiene un papel importante, o la novela en la que está basado. Un título debe englobar lo que se espera de esa película, pero también debe ser atractivo y revelador, aunque no del todo. Algunos son misteriosos: Sin perdón (Unforgiven), y otros son poéticos, en este caso mi favorito es Eternal Sunshine of the Spotless Mind, algo así como El eterno amanecer de la mente inmaculada. Tremendo título, sobre todo si ves la película.

   Pero, ¿y en español? ¿Por qué se producen cambios tan radicales, algunos de ellos ridículos? Al último caso que he nombrado se le llamó en España ¡Olvídate de mí!, lo cual convierte al genial filme de Michel Gondry en una romanticonada para adolescentes. No quiero imaginarme la cara de los jovenzuelos que fueran a ver la peli esperando una de Meg Ryan pero con Kate Winslet y Jim Carrey. Otros ejemplos son El Diablo sobre ruedas (Duel – Duelo), o el desastre total: Mis dobles, mi mujer y yo (Multiplicity). En otros casos quien puso el título fracasó, como en Atrapado en el tiempo, a la que todo el mundo conoce como El día de la marmota (su nombre es Groundhog day).

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La primera

Dicen que las primeras veces que se proyectaban películas los espectadores salían despavoridos de la sala al ver imágenes en movimiento. También dicen que ha habido largometrajes que han provocado mareos, manifestaciones, lágrimas inconsolables, alegrías desbordantes. A veces terminas una película destrozado, con ganas de meterte en la cama, y otras veces ves la vida de color de rosa, crees de pronto que todo va a salir bien y que todo es maravilloso.

Ese poder que tiene el ver una sucesión de imágenes en torno a 90 minutos es lo que apasiona a mucha gente, y lo que hace que haya mucho escrito sobre cine, ese misterioso arte, tan variado. Este blog pretende ser una visión personal e intransferible sobre ese fenómeno. Nada más. Y nada menos.

Sea bienvenido todo aquel que quiera compartir su forma de ver y de vivir este gran invento.