De vez en cuando apetece ver una película simplemente para sentirse bien, que no tenga apenas conflictos, que respire buen rollo de principio a fin, y, si además tiene como trasfondo la reparación de una antigua injusticia, y se inspira en un mundo tan apasionante como la música, entonces El concierto (Le concert, Radu Mihaileanu, 2009), es una muy buena elección. El concierto cuenta una historia que se origina en una interpretación interrumpida allá por el año 1980, en pleno Moscú. La orquesta del Bolshoi interpretaba el concierto para piano y orquesta de Tchaikovsky, cuando una de las personas más influyentes del partido comunista ruso subió al escenario, tomó la batuta del director, Andrey Simonovich y la rompió a la vista de todo el teatro. La causa, no haber expulsado a los músicos judíos, algo exigido desde el partido. Sigue leyendo
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