Grandes películas de todas las épocas: Bailando con lobos

En los tiempos que corren cada vez es más difícil que una película se quede en la mente de los aficionados; que se haga eterna de forma que todo el mundo haya oído hablar de ella, e incluso que pase a formar parte de la cultura general. Bailando con lobos (Dances with wolves, Kevin Costner, 1990) es una de ellas. Estos días se han cumplido treinta años de su estreno, y desde el principio fue un éxito, fruto del empecinamiento de un hombre, Kevin Costner, que lo apostó todo a una carta…y ganó.

Y es que Bailando con lobos es una de esas películas más grandes que la vida. Una reflexión sobre la soledad, sobre nuestro papel en el mundo que nos ha tocado vivir, y sobre aquello de que la historia la cuentan los ganadores, y la realidad puede ser muy diferente a lo que nos han contado (esto es especialmente doloroso hacia el final de la película). Vista ahora, se aprecia una pasión y un mimo por lo que se hace que hoy es muy dicícil de encontrar. Todos los implicados demuestran amor por el cine y en particular por este guión, y eso se nota mucho en el resultado final. De forma que engancha desde que empieza, te dejas llevar por esos imponentes paisajes y esa música que te toca el corazón.

El viaje es apasionante, y está muy bien llevado, a pesar de su larga duración. No se hace pesada, siempre están pasando cosas y te interesan las visicitudes del teniente John J. Dunbar con la tribu de los Sioux que lo acogen y lo bautizan. En contra, que ciertos pasajes (como el ataque de los indios Pawnee al poblado Sioux) están rodados con cierta torpeza fruto de la inexperiencia de Costner (a pesar de eso, ganó el Óscar al mejor director por esta película), y el final, que resulta bastante anticlimático. Pero ya no importa, porque la llegada hasta ese punto ha sido tan satisfactoria, que no pasa de ser un detalle casi sin importancia.

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