Los mejores temas principales: «Poltergeist», de Jerry Goldsmith

¿Cómo puede ser una melodía bella e inquietante a la vez? ¿Cómo puede enternecerte y ponerte los pelos de punta, todo a una? Esa era la intención del gran compositor (uno de los mejores de la historia del cine) Jerry Goldsmith cuando le encargaron componer la banda sonora de una de las películas de terror más exitosas y recordadas de los años 80, Poltergeist, fenómenos extraños (Tobe Hooper, 1982). Pero lo mejor de todo es que lo consiguió, compuso un tema que recuerda a una canción infantil y que a mí, personalmente, me pone los pelos como escarpias. Y no solo a mí.

Como es bien sabido, Poltergeist tiene como gran protagonista a una niña, Carol Anne, interpretada por Heather O’ Rourke, que, por cierto murió de forma extraña poco después de rodar la tercera parte. Esta niña tiene la capacidad de captar unas extrañas señales que vienen de algún lugar de la casa, y que se manifiestan a través de la televisión. Desde el primer momento se sabía que lo más recordado del film iban a ser las escenas en las que aparecía esta niña, que además se aseguraron de que tuviera un aspecto inquietante en la elección de casting. Con este elemento principal, por supuesto la banda sonora tenía que hacer referencia al mundo infantil, caracterizado, por otra parte, por su inocencia. De este modo, la melodía principal del tema central de la película debía ser una canción infantil, una canción un tanto siniestra, aunque bella y, por supuesto, interpretada por voces blancas. Realmente esta canción sí tiene letra, pero solo se interpreta durante los títulos de crédito finales, el tema principal es el que aquí se muestra, en el que los niños solo tararean la melodía, lo que la hace más siniestra si cabe.

La inocencia que señalé antes se va perdiendo según avanza el tema, y se verá claramente cuando toque a su fin. El comienzo lo marcan unas notas de arpa, que sirven de introducción a las voces blancas, y durante el tema la instrumentalización es muy simple, solo acompañan cuerda, clarinetes y flauta. La melodía se repite dos veces con un tramo instrumental en medio donde aparece la flauta, el arpa y, de nuevo, la cuerda, que reinterpreta la melodía. La segunda vez que suena el tema principal lo hace de forma más apresurada, buscando el final, que es indescriptible, pensado para que se congele en el alma la sensación placentera de la melodía.

Juzguen si el maestro Goldsmith consiguió su cometido.