Recuerdos de Alfredo Landa

Landa

Fue uno de los máximos representantes de una época muy concreta del cine español, el de la comedia más popular, la que llenaba los cines allá por los años sesenta hasta la mitad de los setenta. En aquel tiempo no pasaba de ser un actor con gracia, que actuaba con pasión, con carácter. Tanto si aparecía como secundario, o como principal, cada vez que salía se comía la pantalla, provocando casi siempre una sonrisa con su sola presencia. Era entonces un buen actor, reconocido por el público, con nombre…hasta que se convirtió en un crack, coincidiendo con un cambio de registro que le vino como anillo al dedo. Desde mediados de los años setenta, deslumbró al público y a la crítica, y pasó a ser mucho más respetado de lo que ya era. Hoy es un grande, condición que nadie ha sido capaz de negar.

Cuando yo era pequeño, y empezaba a reconocer algunas cosas del cine, Alfredo Landa era un señor que me llamaba la atención. Tuve la suerte de criarme en una generación a la que le ofrecían todo tipo de cine a todas horas, y por eso conocí a muchos actores desde edad muy temprana. Y cuando ponían una española, había un hombre que siempre aparecía, con una voz muy particular, que casi siempre estaba cabreado, o agobiado por algo. Recuerdo haber visto Las que tienen que servir (José María Forqué, 1967), Historias de la televisión (José Luis Sáez de Heredia, 1965), o Los pecados de una chica casi decente (Mariano Ozores, 1976). Pero para mí se convirtió en una estrella cómica cuando vi Vente a Alemania, Pepe (Pedor Lazaga, 1971), una película que ha adquirido una increíble actualidad debido a la situación del país.

Alfredo_Landa_Sancho_Panza

Con los años fui creciendo, y mis conocimientos, y gustos, de cine se fueron asentando. Y descubrí al Alfredo Landa genio gracias a El crack (José Luis Garci, 1981), y sobre todo a Los santos inocentes (Mario Camus, 1984), donde, junto con Paco Rabal, completa una actuación sublime. Por supuesto, siguió haciendo comedias, como La Vaquilla (Luis García Berlanga, 1985), pero ya de otra manera, con otro carácter, aunque con el mal genio que le hizo mítico. Pero cuando me ganó definitivamente fue cuando creó unos personajes imperfectos, complejos, pero tremendamente entrañables, lo cual tiene mucho mérito. Me refiero al Pepe Cebollada de Lleno, por favor (serie de Vicente Escrivá, 1993), y, especialmente, el mejor Sancho Panza que servidor ha tenido el placer de ver en acción real, para la minisere El Quijote de Miguel de Cervantes (Manuel Gutiérrez Aragón, 1991).

Hoy se nos ha ido un pedazo de historia del cine en España.

Descansa en Paz, maestro.

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